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martes, 5 de julio de 2016

Cajeteandó

"Por la boca muere el pez"
Mixto s/lienzo
30x40cm
2016

Volvió a su casa en un estado de honda depresión. Pero no quiso dejarse vencer tan rápidamente y se propuso llevar a cabo el proyecto del libro. Pero apenas abrió los cajones y empezó a hojear sus papeles se preguntó, con irónico escepticismo, qué libro. Resolvió aquellos centenares de páginas, poemas, copias de poemas, copias de copias de poemas: todo contradictorio e incoherente como su propio espíritu. Decenas de poemas y cuentos que esperaban como esos reptiles que duermen catatónicamente durante las estaciones frías, con una imperceptible y sigilosa vida latente, prontos para atacar con su veneno en cuanto el calor los devuelva a la existencia plena.
Mientras seguía andando hacia la periferia, por Nicolás Plantamura, doblando por San Felipe y luego subiendo por la calle Atagualpa Yupanqui. Desconfiando de todo. Los espías eran lanzados en algún lugar del centro de Mendoza, hacía algún Burdel, hablando de sus fechorías, vistiendo y creyendo pertenecer a los proxenetas del establshiment.
¿Cómo distinguir al enemigo? Era necesario observarlo cuidadosamente, ellos lo percibían como buenos sabuesos, lo delataban sus ojos ¡Es el don de su providencia! Oh son los hilos de ese sistema que le enseño a ver por las injusticias que ha vivido desde niño -el infierno es la mirada del otro-.
Era inútil cambiar algunas realidades, sólo le quedaba expresarse con símbolos inexplicables, como el que sueña no comprende lo que sus pesadillas significan. Y él siempre obsesionado con la idea de exorcizarlo, escribiendo un libro que calmara su tristeza.

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