"Por la boca muere el pez"
Mixto s/lienzo
30x40cm
2016
Volvió a su casa en un estado de honda depresión. Pero no
quiso dejarse vencer tan rápidamente y se propuso llevar a cabo el proyecto del
libro. Pero apenas abrió los cajones y empezó a hojear sus papeles se preguntó,
con irónico escepticismo, qué libro. Resolvió aquellos centenares de páginas,
poemas, copias de poemas, copias de copias de poemas: todo contradictorio e
incoherente como su propio espíritu. Decenas de poemas y cuentos que esperaban como
esos reptiles que duermen catatónicamente durante las estaciones frías, con una
imperceptible y sigilosa vida latente, prontos para atacar con su veneno en
cuanto el calor los devuelva a la existencia plena.
Mientras seguía andando hacia la periferia, por Nicolás Plantamura,
doblando por San Felipe y luego subiendo por la calle Atagualpa Yupanqui.
Desconfiando de todo. Los espías eran lanzados en algún lugar del centro de
Mendoza, hacía algún Burdel, hablando de sus fechorías, vistiendo y creyendo
pertenecer a los proxenetas del establshiment.
¿Cómo distinguir al enemigo? Era necesario observarlo cuidadosamente,
ellos lo percibían como buenos sabuesos, lo delataban sus ojos ¡Es el don de su
providencia! Oh son los hilos de ese sistema que le enseño a ver por las injusticias
que ha vivido desde niño -el infierno es la mirada del otro-.
Era inútil cambiar algunas realidades, sólo le quedaba
expresarse con símbolos inexplicables, como el que sueña no comprende lo que
sus pesadillas significan. Y él siempre obsesionado con la idea de exorcizarlo,
escribiendo un libro que calmara su tristeza.
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